Piensas que no te quedan apenas fuerzas para continuar aleteando entre las algas de esas aguas tan cristalinas, que probablemente te dejes secar en lo alto de una roca para después fundirte con la espuma de las olas del mar, que tu voz ha perdido ese timbre melódico que tanto te hacía destacar.
Y aun con todo, tu suave figura no cesa de escurrirse entre el resto de los seres marinos, la sonrisa aflora en tus labios cada vez más, y por cada burbuja que sube a la superficie incrementa tu fortaleza a la hora de afrontar esa corriente tan estridente en la que te metiste sin apenas ser consciente. Reconoces tu caída e intentas poder volver a flotar.
El océano es un lugar desconocido y nunca se puede saber qué es aquello con lo que te puedes encontrar. Muchas veces te sorprenden las tormentas que provocan mareas de sentimientos capaces de derrumbar cualquier sueño, pero si tienes un buen refugio donde poder cobijarte todo puede resultar mucho más sencillo.
Pero descuida preciosa, tu sonrisa volverá a aparecer y tus carcajadas me harán enloquecer de nuevo. El momento en el que tus aletas dejen de nadar, serán las mías las que tiren por las dos. Porque si tú te secas, yo también me seco, porque la felicidad está escondida en todos aquellos pequeños detalles que nos son tan difíciles de ver y yo voy a guiarte para que seas capaz de volver a sentirte como fuiste una vez.
Ser sirena no es sencillo, pero tú lo bordas en todos los sentidos.